Québec y Céline Dion: Del separatismo a la unidad nacional

June 27, 2023
#Internacional

Innegablemente, y al menos en la práctica, la cultura es un instrumento de política exterior. Esta misma expresión coadyuva en la adecuada gestión y prevención de conflictos, así como en la construcción de mecanismos eficientes de gobernanza global. Joseph Nye fue más allá y catalogó como Soft Power a la intersección entre cultura y política externa. Para él, este poder blando es intangible, no se finca ni en el uso de la fuerza ni en el interés económico.

Para Nye, el Soft Power se sustenta en la pluralidad de vías que tienen como fin la persuasión del público. Es decir, atraer y convencer a otros que los valores y principios que conformen el modelo cultural o social de otro país son los más convenientes para todos. Culminando con la aceptación de una cierta modificación conductual en los valores propios, como resultado de la influencia ejercida por otro actor o Estado.

La configuración de este nuevo modelo multicultural está asistida por una serie de elementos clave que deben ser cumplidos por cada Estado o unidad subnacional que busque instrumentalizar estrategias de poder blando. Estos son: el prestigio, una imagen positiva, la capacidad de comunicación, el grado de apertura al exterior, la ejemplaridad de sus prácticas—tanto domésticas como externas, su atractividad cultural (música, cine, bellas artes, etc.), la capacidad de innovar en ciencia y educación, la participación—activa—en foros multilaterales y bilaterales, entre otros.

En su reporte de primavera 2022, la consultoría Sanctuary Counsel determinó que, dentro del índice regional de Soft Power, la provincia de Quebec ocupa el primer puesto, seguida de Ontario (CA), Bavaria (GER), Victoria (AUS) y Cataluña (ESP). Aunque el desempeño de Quebec en los diversos rubros medidos por la agencia (cultura, presencia digital, educación, compromiso internacional, empresas, gobierno y opinión pública) fue por encima de la quinta posición—de doce, la consultoría denota que la implementación de las estrategias de poder blando de Quebec son diversas y, sobre todo, sólidas.

Quizás como consecuencia del marcado contraste cultural entre la mayoritaria población anglófona en Norteamérica, la provincia de Quebec ha capitalizado de manera asertiva su centenaria herencia francófona. En Quebec, para el 2016, sólo el 8.9% de la población tiene el inglés como lengua materna. Mientras que el 44.5% de la población tenía conocimientos de inglés y francés. Obedeciendo a razones obvias, la mayor parte de la población de la provincia habla francés y utiliza esta lengua de manera primordial.

Es precisamente dicho contraste cultural lo que crea la principal atracción persuasiva e intangible de Quebec. Su arte y presencia artística a nivel internacional, aunque bastante amplios, eran medianamente conocidos—incluso podrían pasar desapercibidos. Sin embargo, esto cambió radicalmente gracias a las acciones de representación realizadas por quien el ex premier provincial Lucien Bouchard denominó como “la mejor embajadora de Quebec”: Céline Dion.

Céline nació el 30 de marzo de 1968 en Charlemagne, un pueblito de menos de mil habitantes a unos 30 kilómetros de Montreal. La cantante saltó a la fama con rapidez dentro del escenario provincial y francófono. A sus trece años ya había hecho su debut en la televisión nacional francesa. No obstante, la fama mundial la alcanzaría a mediados de la década de los noventa, luego de que hubiera lanzado al mercado su primer disco en inglés, Unison (1990). Posteriormente, The Colour of My Love (1993), Falling Into You (1996) y Let’s Talk About Love (1997) consolidarían su relevancia internacional, permitiéndole llevar a cabo sus primeras giras mundiales, en las que incluso realizó un concierto privado para Hassanal Bolkiah, sultán de Brunéi, el 23 de febrero de 1997.

En 1998, Dion recibió en la ciudad de Québec, de manos del entonces premier Lucien Bouchard, el grado de Oficial de la Orden Nacional de Quebec. Como si se tratase de una carrera—ahora en Ottawa, la cantante fue condecorada con el grado de Oficial de la Orden de Canadá. Ese mismo año, Céline también sería condecorada con el grado de Caballero de la Orden de la Pléiade, una condecoración ofrecida por la Organización Internacional de la Francofonía a las personas que, distinguidamente, promueven la lengua francesa alrededor del mundo. Anteriormente, la quebequense ya había recibido el grado de Caballero de la Orden de Artes y Letras por parte del gobierno francés (1996) y la medalla conmemorativa por el 125o. aniversario de Canadá, en reconocimiento a sus contribuciones a la cultura canadiense (1992).

Desde 1998 hasta el 2003, Céline participó activamente en campañas del Gobierno de Quebec, destinadas a la promoción turística y cultural en Estados Unidos y en la porción no francófona de Europa. La cantante grabó distintos promocionales turísticos y encabezó publicaciones orientadas a persuadir al público de, en términos llanos, hacer turismo en Quebec. Esta estrategia del Ministerio de Cultura y del Ministerio de Relaciones Internacionales incorporó elementos y estrategias de diplomacia pública, paradiplomacia, marca país y diplomacia de celebridades. Si la campaña no hubiera sido encabezada por Céline Dion, posiblemente habría resultado en un fracaso.

Mientras Céline llevaba a cabo su primer espectáculo de residencia en Las Vegas (2003–2007)—por cierto, en compañía de Cirque du Soleil, otro activo cultural quebequense, diversas aerolíneas como Air Canada y Air Transat aprovecharon para abrir rutas directas Montreal–Las Vegas. Así mismo, luego de haber terminado su primer contrato en la ciudad del pecado, las Delegaciones Generales de Quebec de alrededor del mundo—algo así como sus “embajadas”, constituyéndose oficialmente como oficinas de representación paradiplomática, promocionaron los conciertos que la cantante ofrecería en sus áreas de adscripción. Algunas oficinas iban incluso más allá y organizaban ruedas de prensa y reuniones de promoción provincial—turística, educativa, de inversiones, etc, previas a los conciertos de Céline.

En el transcurso de esta gira mundial, el expresidente Nicolas Sarkozy recibió a Céline Dion en el Palacio del Elíseo en mayo de 2008 y le condecoró con el grado de Caballero de la Legión de Honor. El entonces Jefe de Estado argumentó favorablemente acerca del compromiso de Céline con la promoción de la francofonía y la difusión de la cultura francesa en general. En octubre del mismo año, el gobierno de Canadá ascendió a Céline al grado de Compañera de la Orden Nacional de Canadá. Esta vez, la cantante fue reconocida como una embajadora “extraordinaria” de Canadá, de los ‘valores nacionales’. También se le agradeció su compromiso con las causas humanitarias, especialmente en el rol de madrina de la asociación de fibrosis quística de Canadá.

Después de algunos años de batallas personales e incluso forzada al retiro temporal, Céline inauguró una nueva etapa en su relation spéciale con Quebec y su gente. Cuando su mánager y esposo René Angélil murió en enero de 2016, el gobierno provincial concedió inmediatamente el honor de funerales nacionales (de Estado) para el empresario. Su duelo—y el de su familia, se convirtieron en imágenes guardadas en el subconsciente popular. Las más grandes cadenas televisivas de Quebec y Canadá pelearon la exclusiva de la trasmisión de las exequias. Aunque reconocida como embajadora, Céline seguía en su papel—voluntario, de artista y personaje del mundo del entretenimiento.

En Octubre de 2016, en su calidad de ‘Artista por la paz’, Céline Dion se dirigió a representantes de diversos gobiernos y organismos globales durante el discurso inaugural de la Conferencia “Internet y la radicalización de la juventud”, organizada conjuntamente por el Gobierno de Quebec y la UNESCO, en la ciudad de Quebec, del 30 de octubre al 1 de noviembre de 2016. Tres años después, el gobierno provincial le concedería el rango de Compañera de la Orden de las Artes y Letras de Quebec, en reconocimiento por su servicio de embajadora, sus contribuciones a la cultura y la promoción—en todos los sentidos y por todo el mundo, del arte y la literatura quebequense.

El sentido de pertenencia de quebequés, en torno a Céline Dion—y lo que representa, sigue vigente hasta el día de hoy. Diversos investigadores sociales le han atribuido nombres distintos: el fenómeno Céline Dion, notre Céline nationale [nuestra Céline nacional], incluso “madre de la nación”. La fama e importancia de la cantante son tan grandes, que la mayoría de los quebequenses hoy le han perdonado todo, desde grabar en inglés más que en francés, hasta vivir en Estados Unidos y producir espectáculos más estadounidenses que representativos de la cultura de Quebec.

Tal parece que el “fenómeno Céline Dion” se transformó en el más importante acto de cohesión nacional dentro y fuera de la provincia. Cuando la cantante anunció públicamente—en diciembre pasado—que padecía del síndrome de persona rígida, la clase política de Quebec no tardó en pronunciarse al respecto. “Por supuesto que estamos [con Céline], estamos orgullosos de ella” comentó el premier François Legault. Otros miembros del gobierno y de la Asamblea Nacional se expresaron en favor de la cantante, replicando la importancia que ha tenido en la construcción de la “identidad nacional” moderna. Lo mismo ocurrió con los fanáticos y la población de Quebec. Cruzados inexplicablemente (¿será que todo quebequense es fan de Céline Dion?), la población de Quebec mostró ampliamente su apoyo, respaldo y admiración por quien consideran une los valores tradicionales de Quebec con la modernidad global.

Algo similar sucedió a inicios del año cuando la revista Rolling Stone excluyó—otra vez—a Céline de su lista de los ‘200 mejores cantantes’ del mundo. Para los fans quebequenses de la cantante, ello fue un insulto y una “declaración de guerra”. A tal punto que algunos de ellos viajaron desde Quebec a Nueva York para protestar frente a las instalaciones de la revista. Entre los presentes se encontraba Julie Snyder, una de las presentadoras más populares de Quebec. Incluso Snyder llegó a comentar: “You snubbed her, but she’s Queen Céline in Quebec”. Parece que aquello de “nuestra Céline nacional” va con todo estos días.

Veinticinco años después del Titanic, el amor de Quebec por Céline Dion seguirá. Condecorada y honrada por las más importantes personalidades de la provincia y la francofonía, Céline puede atribuirse para sí una gran parte del reconocimiento que Quebec tiene en el exterior. Desde su presencia en la Expo Sevilla 92’ hasta su colaboración con el gobierno de Quebec para la promoción ‘nacional’, su gran popularidad, apertura y presencia mediática la han convertido en el símbolo nacional intachable, en el entorno de un constante cambio cultural y global. El aumento de la fama de Céline evolucionó a la par de las ideas de identidad nacional de Quebec. A pesar del tiempo, la cantante sigue siendo recordada como ‘notre petite Céline’ [nuestra pequeña Céline], tanto por los habitantes de Charlemagne, como por aquellos quebequenses adultos que recuerdan sus inicios como cantante adolescente, la menor de una familia de trece hermanas y hermanos, dedicados plenamente a atender el restaurante bar familiar.

Para el ministro de Cultura Mathieu Lacombe, también originario de Charlemagne, Céline “es una cantante importante no solo a nivel doméstico, sino a nivel internacional, con la cual “todos” nos hemos encariñado”.

En fin, para la izquierda, la derecha, el centro, los separatistas, los nacionalistas, los federalistas y el mundo, “Céline, c’est Céline”. La mejor embajadora [cultural] de Quebec, “la reina de los quebequenses”—de acuerdo al períodico Le Devoir, nuestra Céline nacional… Madre [o no] de la nación, pueden haber mil y un apodos emblemáticos para Céline Dion, quien—indudablemente, representa la “quebequidad”, lo québécois, el sentido de pertenencia y la unidad ‘nacional’ de Quebec.